Historia rescatada de un viejo libro...

Imagen cogida de la red que se asemeja perfectamente al escrito

La plaza estaba desbordada de colores. El conjunto de acuarelas a pesar de la escasa luz de la madrugada lo formaban los productos traídos de la tierra, frutas, verduras, hortalizas y demás variantes que antes de amenecer lucían expuestos. Los lunes era el día grande cuando se celebraba el mercado y la gente de la villa y alrededores tenia más oportunidades para comprar haciendo acopio de los precios y ofertas de los diferentes productos, que cada puesto ponían al alcance del peculio de cada bolsillo.

Carolina aunque cansada disfrutaba preparando su pequeño puesto al publico, donde iba colocar el trabajo que había hecho con sus propias manos durante una semana y parte de las noches. Lo pondría encima de una tabla de madera sobre dos caballetes, para que estuviera a la altura de lo que pretendia, para vender todas aquellas palmas que había tejido con tanta ilusión para el próximo domingo de Ramos.

Era aún bastante temprano y la gente de a pie no había empezado a acudir, aún transitaban alrededor la plaza algún que otro vehículo que venian a repartir o aprovisionarse de mercancías para sus propios negocios.

Carolina también tenia constumbre de atar alguna cuerda entre las columnas, el mismo espacio que ocupaba el largo del tablero, un sitio más para hacer visibles las palmas blancas llegadas de Elche, que había trenzado artísticamente dándoles formas según la inspiración del día, que había aprendido a temprana edad enseñada por unos de sus tíos.
Era joven y se defendía gracias al trabajo que le permitía una calidad de vida medianamente confortable.

En cada movimiento que hacia estaba inmersa en los pensamientos que correspondían a la presenteción de aquello que había hecho con parte de su esfuerzo. Cuando el brusco frenazo de un camión pegado a ella la devolvió a la realidad...

Todo sucedió tan rápido y breve que ni se dio cuenta... Cuando levantó la cabeza ya se había apeado del vehículo un joven desconocido, de excelente presencia y arrolladora corpulencia que sin mediar la palabra de hola o buenos días, estaba levantando el tablero con las dos manos por un extremo para ayudarle a ponerlo sobre los caballetes. En el momento que el tablero quedo apoyado sobre ellos se giro veloz como un tornado y de nuevo se subido al camión desapareciendo.

En la fracción de segundos que los ojos de los dos jóvenes se encontraron rompieron las barreras de la privacidad desnudando los más oscuros rincones.... Se confesaron todo lo que sus inexpertos cuerpos querían descubrir y que ocupaban sus mentes al mirarse en el espejo cada mañana desbordando los corazones repletos de fantasías.
Sin ellos percatarse de lo premonitorio que había sido aquel casual encuentro, sin mediar una sola silaba...

El destino era más inteligente que ellos, ya sabía que las necesitarían más adelante para educar a sus hijos...

María del Carmen