
Una mano inquieta juega con el mouse
y la otra mano descansa en el diván del teclado.
La vista se siente atraída por los perfiles de la pantalla,
sosteniendo experiencias que el viento dispersa.
O tejiendo vivencias con diferentes enfoques y matices,
para que resulten acogedoras sin restarles credibilidad.
El alma de tarde en tarde desnuda sus sentimientos
y en otras los protege tras la bruma de la secuela del tiempo.
Un tiempo que se ha sabido mantener callado en su hábito
y que tal vez una tarde suba el telón y comience la función...
Para romper la rutina del silencio de una parte del teatro de la vida
moldeando el muro que obstruye la claridad, impidiendo la transparencia.
Y cuando esa parte del alma se sienta lo suficiente dispuesta,
para abordar un trayecto en el que se ha quedado encallado una parte del pasado.
El alma se sentirá en armonía con ella misma, por haber roto una lanza
a favor de la sinceridad, bloqueada al comenzar sin darle la oportuna poryección.
Y si cabe se entenderá mejor...
...el comportamiento
de quien se comunica a través de las letras sin abrumar, ni abrumarse.