Vivo para soñar, sueño para vivir.
Amanece el día,
reparte su luz el gran dios amarillo,
que me invade y envuelve
para transformarme
en una radiante mariposa,
que viaja paseándose
de flor en flor, aspirando el néctar
y la fragancia, del rocío al amanecer
O transformarme en viento,
para anear los arboles,
y darles la frescura necesaria,
meciéndoles suavemente
cuando se sientan desmayados
por las altas temperaturas
de una estación demasiado cálida.
O en arena,
para ser bañada por espuma de mar,
acompañada por el susurro de las olas
arropándome en el ocaso del día,
sintiendo el poder y la grandeza
de un océano predecible.
Despierto a la realidad,
no estoy soñando
y me embarga una inmensa tristeza,
los sueños acontecidos horas antes
se disipan:
no soy mariposa,
no soy viento,
no soy arena.
Cierro los ojos de nuevo.
Bonita poesía; directamente desde el corazón.
ResponderEliminarUn maullido amistoso, gata.
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