
Según he visto esta imagen me ha venido a la mente vagos recuerdos, que con paciencia los iré recomponiendo e hilando, puesto que no son vivencias mías.
Son acontecimientos de personas muy allegadas a mi madre, que las frecuentaba de vez en vez por su trabajo. Cuando yo me quejaba por algún motivo, siempre tenía que oír la misma historia, para que me sensibilizase que me estaba quejando por pequeñeces absurdas, conociendo ella vidas peores que le causaban tristeza y con más motivos para clamar por ello.
Y sin embargo eran la viva imagen de una familia feliz, a todo aquel que se acercase a su puerta. Porque además era un final de trayecto y las visitas eran de pascuas a ramos.
Vivían en una casa perdida en la cima de un Castro donde le decían a mi madre, que encontraban losetas enormes de piedra con inscripciones inteligibles cuando intentaban abrir alguna nueva senda para no quedar aislados del todo. Por supuesto no existía carretera ni en la imaginación y cuando se necesitaba un médico tenía que subir en caballo, como único medio de transporte para poder llegar; por la altura y por lo enrevesado del lugar.
La distancia con la carretera más próxima eran dos horas para entrar en contacto con la vida real, aparte en el invierno no se podía bajar porque se quedaban aislados por la nieve y otro posible camino aun con más rodeo tenía un pequeño rio que en tiempo del deshielo se desbordaba con lo cual la incomunicación era total durante un largo periodo de tiempo.
Y ahora viene lo bueno…
¿Quien vivía en ese paraje tan inhóspito y de que sobrevivían?
Una pareja medianamente joven, con un niño precioso de nombre Daniel y de ahí mi recordatorio de esta historia.
La economía era muy precaria, la subsistencia sólo era a base de lo conseguido con el trabajo del campo en unas condiciones muy rudimentarias e inestables, por el terreno y la escasez de medios para proporcionales maquinaria y una existencia un poco más digna.
En el momento que mi mama los conoció y tomo contacto con la familia, el niño tendría aproximadamente unos cinco años viviendo en la más absoluta soledad. Lo que si tenía era todo el amor de sus padres.
Cuando uno tenía que ausentarse se quedaba el otro, porque tampoco era adecuado dejar la casa sola, por el punto donde se encontraba estaba predispuesta al robo, aunque no fuese más que el poco ganado existente tan estimado para las labores del campo, por su inclinación muy pronunciada y el escarpado del terreno.
Los únicos amigos de Daniel eran las dos vacas que ocupaban la cuadra un borrico un cerdo y en la noche una gran manada de murciélagos que venían a pernoctar dentro, al calor de los animales.

¿Quién sabe el porqué… del sitio?
¿Y si tal vez eran vampiros…?
Una de las vacas, por acariciarle el careto, le dio un mordisco y nunca más se acercó a ellas, ni cuando su padre las ordeñaba y le manda estar allí presente, con el vaso para tomar la leche según salía caliente y con la espuma que le dibujaba todo un bigote, que le entusiasmaba.
Luego el burro, con el niño no quería ir; corría más que él y según creo se tiraba en el camino a ganar la cebada. Si tiraba de la cuerda le daba coces relinchando, ósea que ese ya no era amigo tampoco.
También había otra cosa que le desagradaba mucho y era que estaba lleno de culebras un paredón muy pedregoso que estaba en el camino que más frecuentaba cercano a la casa. Hacia el medio día salían a calentarse al sol, y él llamaba a su padre, que las mataba y luego las colgaba a secar y eso impresionaba mucho al niño.
Luego tenían un perro que él quería muchísimo, pero con tan mala suerte que cogió la rabia, se volvió loco y sin querer se ahorcó un amanecer.
Nunca más quiso tener perro y por eso lo olvidó, solo se quedó con un gato y ese también tiene historia… en otro momento.
Cada vez tenia menos amigos… en teoría, quedan las gallinas todas ellas con nombre pero… tienen un pero, cuando se encontraba más contento jugando con ellas venia la zorra y se las iba llevando una a una en cada viaje y se volvía loco gritando para que viniesen los padres en su ayuda, pero donde estaba la zorra ya…
Como no había posibilidad de poder asistir a la escuela en el periodo invernal, decidieron trasladarse a la ciudad definitivamente y se llevaron su gato, fue lo único que se salvo de la quema, pero al llegar al nuevo destino al cabo de dos mes le pegaron un tiro unos parientes de su propia madre, porque andaba detrás de sus palomas, cuando lo más digno era avisar sin más y todo en esta vida se arregla sin falta de asesinar de ese modo al pobre animal.
Daniel fue ingresado en un colegio interno a la edad de siete años, donde de golpe se encontró con el mundanal ruido después de tener por compañía, el cielo de techo y la tierra por asfalto y de resultas del cambio tan brusco, de un aire puro a otro contaminado, siempre estaba enfermo hasta la llegada de su desarrollo.
Mi mama perdió el contacto con ellos, pero llego a saber por una amistad de ambos, que Daniel se había casado y que se labró un futuro digno, sus hijos tienen carreras superiores todos, estando ya establecidos y diseminados por distintos puntos de la autonomía.
La Gata Coqueta

Os dejo este premio para tod@s l@s que paseis por esta vuestra gatera y os guste lo lleveis a buestros blog.
Lo he elejido con justificación de causa, porque encaja perfectamente con el texto arriba expuesto.